Amanecer En La Cosecha, de Suzanne Collins

Redoble de tambores que vuelve la crudeza, vuelve la cosecha, vuelven las muertes en la arena… Vuelven Los Juegos del Hambre. Este nuevo título —ambientado en la 50ª edición de los juegos— la gran pregunta que muchos lectores nos hacemos es inevitable:

¿Vuelve también el impacto del primer libro?

La respuesta, al menos desde mi experiencia lectora, es que no del todo. Sí, la historia conserva ese tono descarnado, brutal, y lleno de oscuridad al que nos tiene acostumbrados Suzanne Collins. Vuelve también la crueldad y el poder del Capitolio y la maldad sin escrúpulos de Snow. Pero si nos ceñimos al impacto emocional, a la intensidad narrativa o a la innovación dentro de la saga… esta entrega queda a medio camino.

Entre la nostalgia y el déjà vu

Es inevitable leer esta nueva entrega con una sensación de constante familiaridad. Tanto este libro como el anterior (Balada De Pájaros Cantores Y Serpientes) parecen, copias actualizadas de la historia original. Aunque cambien los protagonistas y las ediciones de los juegos, el hilo narrativo, los giros y el desarrollo siguen patrones muy similares, lo cual resta impacto y emoción a la lectura.

La falta de sorpresa se hace aún más evidente en el propio ritmo de la novela. Tratándose de la 50ª edición —una cifra significativa dentro del universo de Panem— uno esperaría una entrega especialmente intensa, con escenas que desgarren y que dejen huella. Pero lo que me encontré fue una narración rápida, con ciertas prisas, en la que los juegos en sí quedan algo desdibujados. Las descripciones son escuetas, y no permiten al lector sumergirse por completo en la arena.

¿Menos intensidad… o hemos cambiado como lectores?

Puede que esta sensación de ligereza narrativa también tenga que ver con el tipo de lecturas que acostumbramos. En mi caso, después de consumir muchos thrillers oscuros y tramas retorcidas, este regreso a Panem me supo a poco. Me faltó esa tensión casi insoportable que caracterizaba los juegos originales. Me faltó el tiempo para encariñarme con los personajes, o para sufrir con ellos.

Lo que sí brilla: Haymitch Abernathy

El gran acierto del libro ha sido, sin duda, explorar el origen de Haymitch Abernathy.

Este personaje, querido por lectores y por el propio Distrito 12, adquiere aquí una dimensión completamente nueva.

Conocemos su historia, sus cicatrices, y el por qué de su rabia contenida y de su alcoholismo. Entender lo que vivió en la arena y cómo su vida se rompió para siempre le da una profundidad emocional que, personalmente, me dejó muda.

Sufrir con él, ver cómo lo traicionan, cómo lo manipulan y cómo pierde todo aquello que le daba sentido… es una experiencia desgarradora pero necesaria. Sin duda, lo mejor del libro.

¿Vale la pena leerlo?

Si eres fan del universo de Panem, si te han marcado los distritos, si llevas dentro el espíritu rebelde del Sinsajo, este libro es una pieza más que enriquece la historia general. Puede que no esté a la altura de los títulos originales, pero sí aporta capas interesantes al trasfondo de los personajes, especialmente en el caso de Haymitch.

Y sí, hay nuevos personajes que logran emocionarnos, mensajes de lucha y resistencia que siguen vigentes, y momentos que nos recuerdan por qué esta saga se convirtió en un fenómeno mundial.

Este regreso a Los Juegos del Hambre no ha tenido el mismo golpe que los primeros libros, pero aún así, merece un espacio en la estantería de quienes hemos seguido cada paso en Panem.

La historia de Haymitch es un recordatorio de que, detrás de cada tributo que ganó, hay una vida rota y una cicatriz que nunca desaparece.