Miguel Gane regresa a la novela con un thriller que es la historia de una obsesión

ELLA

Siempre quise ser otra, dejar de ser invisible.

Tener otro rostro, una mirada distinta, otra piel.

Y, tras su muerte, estaba lista para la metamorfosis.

ÉL

Todo empezó con una mentira.

Yo nunca quise ser otro, me bastaban mi nariz grande, mis manos anchas.

Pero tenía una obsesión: escribir la mejor novela del país.

Y, para ello, estaba dispuesto a sacrificarlo todo.

El poeta Miguel Gane regresa al género de la novela para ofrecernos la historia de una obsesión. Un descenso a los infiernos protagonizado por dos personajes, dos versiones de este viaje; la de ÉL y la de ELLA. Dos individuos que solo desean ser vistos, que anhelan lo mismo: el amor

     

Miguel Gane regresa a la novela con la historia de una obsesión
Alguien a quien querer es un descenso a los infiernos protagonizado por dos personajes, dos versiones de este viaje; la de ÉL y la de ELLA.
Dos individuos que solo desean ser vistos, que anhelan lo mismo: el amor

Alguien a quien querer, la obra con la que el poeta Miguel Gane regresa al género de la novela de la mano de la editorial SUMA, es un descenso a los infiernos protagonizado por dos personajes que, aun siendo muy diferentes y por motivos muy distintos, anhelan lo mismo, el amor de los demás. Una novela escrita en primera persona que narra la historia de una obsesión contada a dos voces, dos versiones del mismo viaje al interior de uno mismo, la versión de ÉL y la de ELLA, Valentín y Elisa, un par de almas perdidas, dos impostores que viven a la sombra de otros, probablemente mejores. Porque Elisa ya no es Elisa sino Marina, su hermana gemela muerta; y Valentín acaba de recibir un premio por la magistral novela que le ha robado a Daniel.
Como si fueran dos caras de la misma moneda, como si de un juego de pelota se tratara, las vidas de Elisa y Valentín se desarrollan paralelas y al unísono hasta que, inexorable-mente, ambos personajes se encuentran y ya nada será igual. Una misma inquietud, un mismo empeño los unirá para siempre: encontrar el amor perfecto; ELLA en la piel de él,
ÉL en las páginas de un libro.
Con un lenguaje descarnado y realista pero a la vez poético e intimista, Miguel Gane da voz a un hombre y a una mujer, los protagonistas de su novela, a través de una particular estructura del texto que alterna las vivencias de ELLA y las de EL mediante capítulos muy cortos que apenas dan respiro al lector. Una original manera de contar que mantiene a los lectores ávidos de ambas historias mientras el autor va desentrañando a unos personajes que, página a página, no hacen sino acercarse peligrosamente al abismo de sus vidas.
La búsqueda de una identidad propia, de todo aquello que nos define como personas; el éxito, la fama, el reconocimiento que los acompaña, en lo social y en lo personal; la falta de autoestima, que suele asociarse a carencias afectivas tempranas; las obsesiones que nos marcan; la eterna (e idílica) búsqueda del amor, el deseo carnal, la conquista del otro como reafirmación de uno mismo, el acoso a otra persona y las diferentes formas de acosar; el sentimiento de pertenencia a la familia -o la falta de él-; la soledad, la incomprensión, la ausencia de empatía; la mentira y sus consecuencias; la suplantación de personalidad y otras esquizofrenias; los problemas de conciencia, el miedo, la vergüenza; la falta de confianza o la generosidad mal entendida son algunos de los temas que Miguel Gane trata en su novela, desperdigados entre la trama, poniendo el foco, también, en la necesidad de entendimiento y de amor entre los humanos.
Con una marcada línea temporal y un pulso dramático rotundo, que avanza a paso firme a lo largo de las casi 400 páginas que componen la obra, Alguien a quien querer es, en definitiva, una apasionante ficción sobre la necesidad de amar y ser amado que, como ya se ha dicho, está escrita en primera persona, tanto si es ELLA quien habla como si es EL -y el lector comprobará que en ambos casos la voz resulta creíble y poderosa, sin fisuras, donde el autor combina el desarrollo de la trama -con recursos propios del thriller psicológico – con la introspección de sus protagonistas, unos personajes enigmáticos, sólidos y dotados de gran fuerza psicológica.
Un guion redondo, adictivo y de factura impecable, escrito con la maestría de quien conoce el oficio, donde hay espacio para la acción, el drama, la intriga, la reflexión, el anális social y el debate moral, entre otras cuestiones, y donde el autor desnuda y saca a la luz traumas de la infancia, carencias afectivas, obsesiones, el peso de la culpa y todo aquello que corrompe al individuo.
Un honesto ejercicio de metaliteratura, que se entiende sobre todo en la tercera y útima parte de la novela -no en vano el protagonista es un escritor en busca de la obra maestra-donde también tiene cabida el lado más lírico de Miguel Gane -algunos de esos capítulos cortos que componen Alquien a quien querer son bellísimos poemas en sí mismos- que, además, hace gala de un final espléndido, bien consolidado, inesperado y sin trampas, que no decepciona.

SINOPSIS

Elisa acaba de perder a su hermana gemela, Marina, en un trágico accidente de carretera y ahora su vida ya no tiene sentido. Sigue viviendo en su pueblo, donde trabaja como bedel en el colegio, y sigue ocupándose de sus padres, que viven en un chalet contiguo al suyo, pero siente que algo dentro de ella ha cambiado drásticamente y aunque su hermana llevaba años viviendo en Madrid, donde ejercía como abogada, y cada vez se veían menos, desde su repentina muerte está más presente que nunca en su vida.

Valentín Segura acaba de ganar el Premio de Narrativa Nacional por su obra El leve despertar de una mujer. Al acto de entrega, de manos del ministro de Cultura, han acudido sus padres y hermanos, además de su agente, su director editorial, varios colegas de profesión, unos cientos de lectores e incluso algún viejo enemigo como el periodista y escritor Agustí Vilacans. Ninguno sospecha que la obra con la que Valentín ha ganado tan prestigioso premio es un plagio.

¿Y si hubiera muerto Elisa, en lugar de Marina? ¿Habría seguido con su vida como si tal cosa? Y sus padres, ¿sufrirían igual o lo hubieran preferido? ¿No es eso lo que parece decir su madre cada vez que la mira, que sería mejor si hubiera muerto ella? Elisa se obsesiona con su hermana hasta tal punto que empieza a vivir como si fuera ella, viste su ropa, usa su perfume, la suplanta en redes sociales e incluso contacta con sus antiguas parejas y amigos y trata de convencerlos de que puede ocupar el lugar que ha dejado su hermana, si quieren.

Mientras tanto, Valentín vive el éxito de su libro con el miedo de quien sabe que todo puede saltar por los aires en cualquier momento, ese miedo a ser descubierto, al escarnio público, al reproche de su familia, al regocijo de sus enemigos. Aun así, no puede resistirse a las bondades que le ofrecen éxito, fama y dinero y siente que está en su mejor momento, rodeado de mujeres que le admiran y desean a partes iguales. Incluso es posible que esté preparado para escribir el mejor libro de su carrera. Pero antes tendrá que evitar que nadie descubra su secreto.

Cuando Valentín y Elisa coinciden en una de las presentaciones de El leve despertar de una mujer, nada volverá a ser igual para ninguno de los dos. Elisa verá en él a la única persona que la llamará por su verdadero nombre, Marina; el escritor encontrará en ella la inspiración que le falta para escribir una auténtica obra maestra. Y juntos no serán más que un par de impostores que buscan alguien a quien querer. Pero, ¿puede un impostor querer a alguien más que a sí mismo?

EXTRACTOS

EL

«Todo empezó con una mentira.

Nunca quise ser otro».

«Tenía que escribir la mejor obra posible, la más sorprendente.

Y nada iba a impedir que lo hiciese, aunque me supusiese el mayor sacrificio».

«Cómo había echado de menos ser parte de aquel escenario, codearme y rodearme con el ambiente en el que me sentí como en casa desde el primer instante. Ser, en definitiva, parte de la historia».

«Al fondo, en una esquina, vi a Agustí Vilacans. Los aplausos seguían, todos estaban en pie salvo él. Le sonreí y se dio cuenta. Enseguida me apartó la mirada, con rabia. Después volví a mirar al público. Qué bien sentaba beber frente al que tenía sed, qué placer daba quitarle el sillón al que estaba cansado, qué gusto daba arrebatarle el sueño a tu peor enemigo».

«Mi carrera literaria estaba cayendo en picado. Hasta que llegó el premio, había publicado dos novelas y tan solo la primera había logrado hacerse un pequeño hueco. No eran pocas las voces que decían que, aunque apenas había comenzado, mi trayectoria ya estaba acabada».

«Ser el mejor, llegar a lo más alto, se convirtió en mi obsesión. Quería demostrarles que. con mi ambición, era capaz de recuperar aquello que ellos habían perdido. Como era na-tural, no recibí su apoyo».

«Y así fue como llegó a mis manos LA NOVELA —así se titulaba—. Bajo el nombre de Telma González, una mujer mexicana de veintiocho años, graduada en Literatura y experta en literatura clásica, hija de inmigrantes sinaloenses que habían alcanzado el sueño americano, presentaba un manuscrito con un retrato bellísimo acerca de las limpiadoras del hogar».

«No hacía más que dormir, comer y escribir. Aquel proyecto se había convertido en una obsesión, de tal manera que sentía que mi vida dependía de él. Reestructuré párrafos, modifiqué algunas líneas temporales de la trama, rehíce el final, suprimi todas las ameri-canadas, el drama excesivo, busqué los nombres ideales para los personajes y adapté las historias de cada una de ellas al contexto actual de la sociedad en la que vivía».

«Pasé algunas noches sin dormir sopesando los pros y los contras que me bombar-deaban, enfrentándome a las pesadillas más retorcidas, enfrentándome a un posible escarnio público, sopesando qué diría mi padre de mí si aquello se descubría, sopesando la vergüenza de mi madre. Y, por eso, decidí protegerme las espaldas de alguna manera.

Antes de lanzarme al vacío, debía trazar un plan. ¿Qué se hacía con el fuego cuando se tenía entre las manos? Entregarlo a los humanos, ¿no».

«La faja anunciaba la cuarta edición, aunque ya iba por la quinta. En el primer mes había vendido en torno a los treinta mil ejemplares, algo insólito. Entré. También estaban los nuevos libros de Carmen, de Agustí y de otros escritores, aunque no tenían ni de lejos tanta exposición».

«La directora del festival me despertó con una llamada de teléfono para comprobar que todo estaba en orden. Se mostró amable, cercana y entusiasmada con mi visita. Mencionó que esperaban un aforo desbordante, pero me aseguraba que el equipo estaba preparado para todo. Cuando le colgué, me entraron ganas de masturbarme. Ese subidón me la puso dura. Entré en una página porno, busqué un vídeo aleatorio y me corrí enseguida».

«—No hay nada más vivo que la literatura, miren a su alrededor, no se pierdan nada de lo que les rodea, nunca se sabe cuándo se pueden topar con la historia de sus vidas».

«Me generaba tanta curiosidad que, en cierto punto, toda mi atención parecía estar dirigida hacia ella, hacia ese aroma de melancolía, de belleza y, al mismo tiempo, de incertidumbre que la rodeaba. Era ese tipo de persona que al mirarla sabías que ocultaba una gran historia».

«Empujé la puerta, que chirrió al abrirse. Se había hecho de noche en aquel pueblo que parecía estar más desierto que la estepa rusa. Un aire fresco, de campo, me golpeó el rostro y me gustó la sensación. Después levanté la vista hacia el otro lado de la calle. Ahí estaba, la mujer del fondo de la sala, parada bajo una farola, esperándome».

«Quería dárselo todo, vaciarme. Quería terminar de crear el recuerdo del día en que se folló al escritor, del primer y el último día en el que se encontrarían… Sí, eso quería, una historia de una noche con principio y final».

«Dudé entonces de si debía firmarle el libro, porque no quería dejar pruebas. Pero tal vez solo hablaba mi cabeza cansada y se trataba de una paranoia; en realidad, Marina solo era una lectora que se había acostado con su autor preferido en una noche cualquiera, en un pueblo cualquiera, a las afueras de una ciudad cualquiera. Yo, Valentín Segura, era un escritor bendecido por poder seguir manteniendo con vida su gran mentira. Y entonces se lo firmé, porque para eso había venido, porque para eso existía, para dedicar libros y para escribirlos. Yo, sin ella, sin Marina, no era nadie».

ELLA

«Nunca quise ser yo.

Me odiaba».

«Y, como si alguien estuviese trazando el camino, empezó mi metamorfosis».

«A lo lejos, suspendido en el tiempo, se encontraba el mar. Por la posición de su cuerpo, parecía que lo estaba mirando como si quisiera atravesarlo, quedárselo, o que formase parte de sí misma. Tenía la espalda desnuda y las vértebras se le marcaban como si fuesen las anillas de un cuaderno. Llevaba unos vaqueros ajustados, azules como sus ojos, y tenía una melena corta que le llegaba a los hombros; el cabello estaba un poco ondulado por el salitre».

«Mi mundo se dividió en un antes y un después: mi vida antes de la muerte de mi hermana y mi vida después de la muerte de mi hermana».

«Escuchaba, pacientemente, sus quejas y me aguantaba cuando me decía que mi lugar estaba en el pueblo, que yo no sabía moverme en la ciudad, que yo era Elisa, que nunca sería Marina».

«-Esa no es mi hermana, esa soy yo – dije en un momento dado, pero nadie me escuchó».

«—Mamá, soy yo, Marina —le dije.

Esas palabras me erizaron la piel.

—Mamá, soy Marina, estoy aquí, contigo —repetí.

¿Cómo se dejaba de habitar un nombre?».

«La caja de libros estaba rota, se veían varios títulos: La metamorfosis, El leve despertar de una mujer, Mi isla, Memento Mori… Algunos de ellos no me sonaban nada, otros habían formado parte también de mis lecturas.

«¿Cuánto pesa tu vida, Marina?», pensé».

«No conocía a la mayoría de las personas que le habían escrito. Eran perfiles sin rostro: compañeros de trabajo, amigos, conocidos. Algo me hacía desear leerlo todo, enterarme, entrometerme en su vida y habitarla como si ella fuese una manzana y yo una lombriz. O

«Envié una foto a Pablo, que la vio enseguida.

«¿Ves?, somos iguales», le escribí.

Pero él ya no dijo nada».

«Las cosas habían quedado colocadas en su cuarto de tal manera que parecía que ahora vivía ahí. Las redes sociales eran todo un filón. Ya había aprendido que su comida favorita era la pasta carbonara; que le gustaba, sobre todo, leer libros románticos y thrillers; que tenía una cuenta falsa en Instagram, aunque no seguía a nadie; que no tenía dinero ahor-rado; que le encantaban los realities y también las series sobre asesinos en serie. Además también sabía que tenía intención de montar su propio despacho de abogados, que su inspiración era un tal Gregorio Peces-Barba, que era creyente y que me tenía bloqueada en sus redes».

«Odiaba y amaba a mi hermana a partes iguales.

Odiaba su pasado y amaba su presente.

Y entonces hice algo. No supe lo que pretendía con ello, simplemente me dejé llevar por una pulsión.

Por la pulsión de mantenerla viva».

«Iba vestido con un pantalón vaquero, apretado, que no le cubría los tobillos, una camiseta blanca con letras rojas y una chaqueta North Face, que le quedaba muy justa.

—Joder, qué impresión —dijo.

Sonreí levemente.

«Si le ha gustado mi hermana, por qué no podría gustarle yo», pensé.

Y me sobrecogí».

«-Creí que serías bueno conmigo, que me llevarías hasta el asiento trasero de tu coche

  • grité.
  • Das pena —respondió mientras pasaba a mi lado, con la ventanilla bajada, antes de perderse en la inmensidad del aparcamiento primero, en la inmensidad de la carretera después y en la grandeza del mundo finalmente».

«Deseaba ser esa mujer que habitaba dentro de mí. Sí, debía aceptar que, a partir de aho-ra, esta era mi nueva belleza».

«—Te huelo, sé que te echas su perfume, lo huelo por la casa cuando te mueves, dejas un rastro que no te pertenece, ¿acaso quieres hacerme más daño?».

«Deseaba tenerlo frente a frente y decirle todo lo que me había hecho sentir con su libro, decirle que me había dado fe, que me había enseñado un camino. Ansiaba preguntarle más acerca de aquellas mujeres que, al fin y al cabo, me habitaban a mí y habitaban a mi hermana. Quería hablarle sobre mi hermana y preguntarle si habría segunda parte. Tenía

intención de invitarle a un café».

«Me quedé quieta bajo la farola que había al otro lado de la calle, frente a la puerta de sa-lida, para que me viese, para que supiese que estábamos ahí para él, esperándolo, como dos niñas traviesas».

«Me había enamorado. Por primera vez, había encontrado a alguien a quien querer.

Bajé las escaleras, crucé la puerta automática y salí a la calle. Había otro mundo para mí ahí fuera. «Estoy dispuesta a hacerlo todo por tu amor», dije mientras me perdía por las calles».

MIGUEL GANE (George Mihaita Gane) nació el 20 de julio de 1993 en Leresti, Rumanía. Es autor de los poemarios Con tal de verte volarAhora que ya bailasLa piel en los labiosOjos de sol y Puedes hacerme lo que quieras, así como de la novela Cuando seas mayor y del cuento ilustrado Algo más que el bosque. Nunca ha ganado ningún premio. Su nombre no ha firmado ninguna columna periodística. Sus estudios son irrelevantes porque nada –¿o sí? – tienen que ver con la literatura.

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