Solsticio De Invierno, el Euskal Noir del momento, el 24 de Octubre

Cuando una llamada saca de la cama a Ander Crespo, inspector jefe del Grupo 4 de homicidios de la Ertzaintza, este no sospecha que su vida está a punto de tomar un camino sin retorno. Un asesino en serie, que se da a conocer como H9, comienza a sembrar Bilbao de cadáveres ejecutados de las formas más atroces. Ander y su equipo son los encargados de intentar atrapar a este sádico que siempre parece ir un paso por delante de la policía. En el transcurso de la investigación, Ander va descubriendo que los asesinatos de H9 están conectados con las desapariciones de unas muchachas a finales de los años noventa. Al profundizar en los hechos, comprueba que nada es lo que parece y que H9 lo conduce directamente hacia un desenlace inevitable en el que el atormentado pasado del inspector, marcado por las pérdidas personales, retorna con fuerza

El Euskal Noir sigue consolidándose, esta vez de la mano de Unai Goikoetxea, en una novela donde una oleada de asesinatos desata el terror en Bilbao.

En este thriller policiaco, al más puro estilo de Mikel Santiago e Ibón Martín, el inspector Ander Crespo
deberá atrapar a H9, un asesino en serie cuyo rastro lo obliga a enfrentarse a su propio pasado.

FRAGMENTO DEL LIBRO

Miren Zarandona se esforzaba en colocar el precinto rojo y blanco de la Policía municipal de Bilbao de la mejor manera posible, ciñéndose a las pautas que recordaba del manual. Apretaba los dientes con firmeza para que su compañero no viese cómo le castañeaban. «Vamos, Miren, un primer círculo alrededor del cadáver y un segundo, mucho más amplio, como cordón de seguridad», se repetía mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. «Evitad que los curiosos tengan una vista clara de la escena del crimen». Evocaba la frase de su instructor en el cursillo de formación de Arkaute como si de un mantra se tratara. El abecé del establecimiento de un perímetro de seguridad.
Al finalizar la tarea, regresó al coche patrulla. Alzó la mirada y divisó los amenazantes nubarrones negros que ya empapaban la ciudad. Pronto se pondría muy feo.

—¿Estás bien? —preguntó Claudio señalando con un cabeceo el lugar en el que se encontraba el cuerpo.
El veterano policía le había sido asignado a Miren como compañero desde que se incorporó al cuerpo.
Dueño de un carácter pausado y tranquilo, Claudio servía de contrapunto perfecto a la visceralidad e impaciencia que tan a menudo dominaban a la joven agente.
—Sí. —Intentaba ocultar todo atisbo de debilidad ante él; sin embargo, por dentro estaba rota. La visión
del cadáver apoyado contra la farola del embarcadero la perseguía.
—No pasa nada si lloras, ¿sabes? —Claudio posó la mano en el hombro de su compañera. Tampoco si
gritas o vomitas. Esas reacciones son las normales, incluso para un veterano como yo. Más aún a la vista
de esa carnicería

Crecí rodeado de libros y fue a través de su lectura, pero también de su tacto y de su olor, que comencé a configurar el mundo que me rodeaba y la sociedad que me amamantó. Esa pasión lectora fue derivando, gradualmente, en una necesidad por revelar las historias que también habitaban en mí; sin embargo, han tenido que transcurrir décadas para armarme con la determinación suficiente para dar el paso de convertir esas ideas en novelas. Es difícil definir mi estilo como escritor o buscar similitudes con otros autores. En gran medida, los escritores somos lo que leemos; deglutimos ideas, conceptos, estilos. Dejamos que estos impregnen nuestro cerebro, que se transformen en rodillos húmedos de tinta. Nuestros escritos se convierten, por necesidad, en el producto de esa transferencia del saber acumulado. De todos modos, yo tengo muy claro qué autores ocupan mi altar en el género: Michael Connelly, Raymond Chandler, Philipp Kerr, Fred Vargas y Pierre Lemaitre. Me sentiría feliz si algún día llegara a parecerme a alguno de ellos».

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