La inspectora Leonore Asker es la mejor candidata para dirigir el Departamento de Crímenes Violentos. Pero, cuando la hija de una familia adinerada de Suecia desaparece, sus superiores la apartan del caso y la hacen responsable de la Unidad de Casos Perdidos, un departamento olvidado de dudosa reputación. Humillada, en su nuevo puesto Leo se verá envuelta en una investigación trivial: alguien está alterando las escenas de una gran maqueta ferroviaria. Sin embargo, después de que aparezca en la maqueta una figura idéntica a la de la chica desaparecida, Asker comprende que se enfrentan a un asesino despiadado y solo hay una persona que puede ayudarla: Martin Hill, profesor de arquitectura y experto en exploración urbana.
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Y es que el Noir nórdico sigue en boga, eso sí, los estereotipos no se lo sacuden de encima.
Una chica policía, con traumas familiares, todo el mundo le da la espalda, y ha de resolver ella sola contra el mundo un caso de asesino en serie… vamos a ver.. típico es.
Muy bien narrado en tiempo presente y pasado, expresándose de forma muy directa, definiendo bien a los tan diferentes personajes y todo lo que conlleva unirlos entre sí.
Me ha sorprendido y fascinado la forma de desgranar la historia, ya que al principio creí que se trataba de una continuación de otra novela.
Lo que hace Anders De La Motte es incorporar su pasado en el presente, por lo que puede despistar al lector hasta que entiende la narrativa y que es la forma de explicar el pasado de los personajes.
Es cierto que me esperaba más presencia del desastroso grupo al que degradan a la protagonista, la Unidad de Casos Perdidos, más al estilo de La Casa de la Ciénaga (Slow Horses), y la verdad es que apenas influyen en la historia.
Y con todo, tengo ganas de más, comprobar si la próxima entrega involucrará más a los personajes de la nueva unidad o los dejará al margen como en esta.
Igual que la traducción de sus obras a nuestro patrio idioma y poder disfrutar de esta maravillosa mente.