A sus casi ochenta años, Felicidad es una mujer independiente y resolutiva que lleva las riendas de su familia y que gestiona los alquileres del bloque de pisos del que es propietaria. Su rutina se interrumpe cuando Candela Rodríguez, teniente de la Guardia Civil, le informa de que una de sus inquilinas, de avanzada edad, se ha precipitado al patio interior del edificio.
Comienza así una investigación para esclarecer si se trata de un asesinato. Todo se complica aún más con el hallazgo de un truculento vídeo que podría conectar esta muerte con otros ataques a ancianas de la zona y que pone en el puto de mira al entorno familiar de Feli, la matriarca, y al resto de los vecinos, en una comunidad donde muchos entran pero no todos salen.
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Y es que es espectacular, increíble como nos lleva por los caminos que el autor quiere, como retuerce los personajes, como hace que el lector se sienta mal mientras lee de forma inevitable los sucesos y no puedas parar, aunque te sientas culpable por ello.
Continuando con el mundo de los personajes que ha creado Rivero, nos encontramos con la una novela que una vez más, es del todo creíble, ya que los sucesos son noticia diaria de televisiones y diarios: robos, hurtos, inmigración, pensiones ridículamente bajas y problemas para subsistir.
Y en la novela, una vez más, se mezclan muchos temas y hay muchas capas de las que desprenderse.
La matriarca, la figura calve que cuida de la familia, a la que se acude cuando hay problemas, sabes que ella es la máxima representación del “yo lo arreglo, yo me ocupo”, pero ni todo es para siempre y la avaricia y el egocentrismo pueden romper cualquier vínculo.
Es admirable lo bien trabajados que están los personajes, los personificas enseguida, te dan asco porque seguro que has encontrado similitudes con alguien de tu entorno, y eso, aún hace que no solo te metas más en la novela, sino que la sientas y duela más.
El tema de la vejez y la soledad que representa en muchos ámbitos de esta difícil edad, qué bien tratado y explicado, esa parte fundamental de la sociedad, y qué pronto nos olvidamos de ellos, cerrando los ojos ante la realidad de nuestro futuro.
Y por supuesto, qué bien enhebra las tramas con la codicia, la avaricia, los miserables que somos, cómo se juega con algo tan fundamental como los alimentos y el trato inhumano a desfavorecidos, como inmigrantes o las personas mayores y vulnerables.
Los personajes además, hablan y desprenden miedos, de no saber aceptar que las nuevas generaciones y las tecnologías nos sobrepasan, como hemos hecho nosotros mismos con las generaciones anteriores, de cómo el narcisismo, egocentrismo, y la falta de autocrítica hacen lo que llegan a hacer, una vez más, como en el día a día de la vida real.
En serio, es una lectura espectacular.
Lo único que a veces me ha frenado en algún momento, es la exposición que se hace del tema queda poco natural en los diálogos de los personajes.